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Fake news en tiempos de COVID-19

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Las fake news pueden ser clasificadas de la siguiente forma:

Origen de la enfermedad. Los primeros días y semanas, cuando todo se miraba desde China, se centraban en el origen y si habían llegado casos puntuales a determinados lugares. La distancia geográfica y cultural respecto a China y el choque comercial entre EE.UU. dio (y sigue dando) lugar a muchas noticias falsas. Hasta hace cinco días no se ha publicado un artículo en Nature donde se concreta, literalmente, que los científicos firmantes no creen que «ningún escenario del coronavirus concreto creado en una laboratorio sea plausible». Seguro que habrá alguien que nunca lo creerá, que pensará que la detención de Charles Lieber, profesor de Harvard, tuvo relación.

Aparición de nuevos casos. A medida que se conocían más datos sobre la enfermedad, empezó a haber rumores y falsas noticias sobre casos locales, lugares donde estaban apareciendo nuevos pacientes con coronavirus. Por ejemplo: el primero en Andorra (10 de febrero) o Galicia (6 de febrero). En el momento en que se creía que se podía contener solo aislando los casos detectados, aparecieron bastantes.

Cuidados y prevención. Posteriormente, mientras ya se empezaban a encontrar nuevos casos por todo el territorio europeo, principalmente Italia, y, por tanto, ya lo teníamos cerca, comenzó a haber una gran difusión de contenidos falsos sobre cómo curar o protegerse. Aquí hemos entrado ya en un terreno técnico y, por tanto es más difícil de verificar y rebatir. Cabe destacar, desde el primer momento, cómo los principales medios de comunicación, tanto públicos como privados, han entendido que era tan importante explicar qué se podía hacer como señalar los rumores y las noticias falsas que corrían por las redes. Esto ha permitido detener muchas olas de contenidos de forma rápida. Otra cosa es que el debate sobre el uso de mascarillas tenga ya un consenso social. La web Snopes, un verificador de EE.UU., ha clasificado las que se ha dedicado a desmentir respecto a la prevención y el tratamiento en el siguiente enlace.

Medidas de confinamiento. Las diferentes estrategias entre países y los cambios progresivos entre las medidas de confinamiento han hecho que se fueran difundiendo fake news sobre qué se puede hacer y qué no. También en el caso de las multas, por ejemplo.

Otro de los aspectos muy relevantes de esta crisis en concreto sería, para mí, el porqué de difundir desinformación, lo que diría motivos para ser un faker. Es significativo y forma parte del aprendizaje que estamos haciendo todos juntos en las redes sociales. Hay tiempo e investigación para ir tirando atrás hasta encontrar el inicio (el faker inicial). Estaríamos hablando de los siguientes perfiles:

1. Los bienintencionados, que son un porcentaje no despreciable de gente que no es entendida en el tema o toca de oído. Por ejemplo: el caso de la influencer Paula Gonu dando consejos para no coger la enfermedad que se demostraron inexactos.

2. Los conspiranoicos, que niegan cualquier información que provenga de la Administración y que dan credibilidad a cualquier mensaje minoritario que han recibido por las redes como, por ejemplo, el origen de la enfermedad.

3. Mensajes de odio al diferente, es decir, los que aprovechan una crisis para estigmatizar a un colectivo y para difundir un mensaje de odio con una intencionalidad política. Ahí incluiría también a los que tienen la voluntad de hacer daño, tal y como señala Ana Villarrubia. En un término más gris, pero en la misma línea de culpar al otro, podríamos situar el lamentable tuit de Ortega Smith donde citaba a sus «anticuerpos españoles» luchando contra el «virus chino». Finalmente, tras las lógicas protestas de la embajada de China en España, lo borró. Pero también, y recuperando al político que más fake news ha generado, Donald Trump, cuando habla del «virus chino», cien años después de la «gripe española» (otro rumor falso, por cierto).

4. Reto viral, o quienes se toman una noticia falsa como un reto a superar, tipo adolescente, con o sin beneficio económico, para poder comprobar si tiene impacto en las redes o si se habla.

5. Creadores de caos y desestabilizadores, que quieren crear el caos como respuesta, para descrédito de la información oficial, y en un contexto de desconfianza generalizado, ya sea para desestabilización interna o bien de otro país en forma de injerencia externa, tal y como se ha estudiado ampliamente en el caso de las elecciones Clinton-Trump de 2016.

Fuente: Comein.uoc.edu

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